martes, 22 de junio de 2010

Copa del Mundo: ¿diversión o maniobra diversiva de masas?

Debo aclarar, antes que nada, que desde hace más de 75 años, o sea, casi desde que el amateurismo fue sustituido por el incipiente fútbol profesional, soy hincha de ese deporte. Pero pienso que no darse cuenta de la utilización ideológica y política del campeonato mundial de futbol por el capitalismo, es dar prueba de enorme superficialidad y gran ingenuidad. Porque el futbol hace décadas que dejó de ser un deporte para transformarse en un negocio que mueve centenares de miles de millones de dólares y, en particular, desde la utilización que le dio el nazismo en los años treinta, en herramienta de propaganda política para obtener aunque sea una momentánea unión nacional detrás de los gobiernos.

No es necesario recordar la promoción del deporte de Estado por Mussolini, Hitler o Stalin, o lo que fue para la dictadura el Mundial de Futbol que Argentina ganó en Buenos Aires, mientras fuera de los estadios desaparecían decenas de miles de los mejores jóvenes y otros luchadores, entre ellos cientos de deportistas y atletas profesionales. Ese futbol donde unos cuantos muy bien pagados juegan ante millones de personas que jamás podrán practicar un deporte porque no tienen campos, salarios ni alimentación suficientes, ni tiempo libre al terminar sus trabajos extenuantes y mal pagados, y por eso simplemente miran la caja idiota que, de paso, se populariza y redime cada tanto de sus crímenes contra la conciencia política y la cultura populares, aunque aparezca como una diversión es, en realidad, una maniobra diversionista.

Como en la época de los emperadores romanos, si no hay mucho pan se da circo para que la gente no piense o, mejor dicho, que piense en cosas sin importancia, creyendo participar y ser sujeto en un espectáculo promovido por los dueños del poder para controlar incluso los sentimientos y dar una falsa sensación de alegría a las víctimas del capital, desviando su atención de las crisis, las matanzas, el desastre ecológico, la desocupación, las hambrunas, la explotación y la opresión.

Como las drogas, este tipo de futbol crea una burbuja, un mundo ficticio. Es más, hoy, en la mayoría de los países el futbol profesional, es el verdadero opio del pueblo, mucho más que la religión, pues ésta no llena la vida de los hinchas desde el lunes hasta el miércoles y desde el viernes hasta el fin de semana con la misma intensidad ni de la misma manera absoluta. También como las drogas, la prostitución o las industrias del juego y de los entretenimientos (o sea, de los instrumentos cotidianos de dominación del capital y de encarrilamiento del tiempo libre de las clases dominadas), ese tipo de deporte pasivo y tramposo es un excelente negocio. La FIFA (Federación Internacional del Futbol Asociado) posee más de mil millones de dólares y el año pasado ganó 300 millones simplemente cobrando comisiones a las federaciones integrantes. Y la compra-venta de jugadores –quienes encuentran en un mundial una vidriera para su exposición– mueven cientos de millones de dólares que quedan en manos de los dirigentes de los clubes, de los intermediarios y representantes, y de otros tantos coyotes, y sólo en muy pequeña medida llegan a los modernos gladiadores de este circo.

Por supuesto, aunque en todas partes del mundo se presenta la utilización capitalista de un deporte popular (Silvio Berlusconi es propietario del Milán y en ese carácter obtiene votos de imbéciles, y Mauricio Macri, el gobernador de la ciudad de Buenos Aires, fue elegido porque fue presidente del Boca Juniors, con el voto de miles de hinchas despistados), la magnitud de esa utilización varía de acuerdo con la orientación política de los diversos gobiernos.

En efecto, en todas partes se cuecen habas, pero, como decía Juan Gelman, en algunas se cuecen sólo habas… Los gobiernos mal llamados populistas en particular, intentan hacer del deporte (pasivo, televisivo) una herramienta ideológica para construir una efímera unión nacional y una fuente de gloria moderna y barata, de cartón pintado.

En Argentina, por ejemplo, el gobierno le quitó al monopolio Clarín el futbol por abonamiento televisivo (un negocio de 4 mil millones de dólares) y lo transmite gratis, para todos, y con motivo de este mundial regaló más de un millón de decodificadores digitales para que todos lo pudieran ver. Sin duda, esas medidas constituyen una democratización de los espectáculos. Sin embargo, hay un pero: el canal oficial –el 7– se saturó de futbol, eliminó los programas informativos y de opinión, así como los debates de todo tipo, y así dio un importante impulso a la estupidización de la opinión pública y a la utilización demagógica de los recursos públicos, que podrían haber sido destinados a usos culturales, reforzando la campaña diversionista del capital mundial.

De modo que, en la mayor crisis económica y social del capitalismo mundial y en una crisis ecológica que podría ser fatal para el destino de la civilización y del planeta, viviremos preocupados durante un mes por unas pelotas y, perdónenme la expresión, por unos pelotudos charlatanes y explotadores de la ingenuidad. También en esto, una civilización en profunda descomposición imita los métodos de la decadencia del siglo III de nuestra era, durante el Bajo Imperio Romano.

viernes, 18 de junio de 2010

Murió José Saramago

Biografía: Escritor, periodista y dramaturgo portugués, ganador del Premio Nobel de Literatura 1998. De padres campesinos, José Saramago nació en un hogar humilde de Azinhaga, hecho que marcó su carácter. En 1925 la familia se traslada a Lisboa, donde el padre encuentra trabajo como policía. José Saramago ingresó en una escuela industrial en 1934, abandonando los estudios tiempo después por problemas económicos y empleándose en una herrería. El tiempo libre lo usa para leer, yendo periódicamente a la biblioteca del barrio. Al poco tiempo, José Saramago cambia de trabajo y se dedica a tareas administrativas, casándose en 1944 con Ilda Reis. En 1947 publica su primer novela "Tierra de pecado" sin mucho éxito y luego pasó veinte años sin publicar nada, colaborando con el periódico "Diario de Noticias" y varias revistas. Durante la dictadura de Antonio Salazar (1932-1968), José Saramago fue censurado y perseguido y se dedica a hacer traducciones para una editorial. Ingresar al Partido Comunista Portugués en 1969 y se divorcia de su mujer tiempo después, dejando el trabajo en la editorial para dedicarse exclusivamente a la escritura. En 1974, José Saramago participa de la "Revolución de los Claveles", que provocó la caída de la dictadura salazarista y permitió que Portugal se convirtiera en un estado de derecho democrático. En 1984 conoce a Pilar del Río, periodista española con la que se casa posteriormente y quién se convierte en su traductora oficial en castellano. José Saramago gana el Premio Nobel de literatura en 1998 y se convierte en el primer escritor de lengua portuguesa en recibirlo. Escéptico e intelectual, José Saramago mantuvo y mantiene una postura ética y estética por encima de partidismos políticos, y comprometido con el género humano.

Frases:
"El poder real es económico, entonces no tiene sentido hablar de democracia".
"Las tres enfermedades del hombre actual son la incomunicación, la revolución tecnológica y su vida centrada en su triunfo personal".
"La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva".
J. Saramago

martes, 8 de junio de 2010

Los sótanos del verbo

El primer problema en que se encuentra atrapado el discurso alternativo (al sistema consumista) es que sólo se mueve a la defensiva. El sistema de la prisa (la vida que no es vida) ha impuesto la reacción sobre la comprensión. Los individuos aceptan (sin pensar) la carrera y quienes pretenden ofrecer resistencia no terminan de salir de la trampa del desgaste dialéctico, pues, es a través de la palabra como, el círculo omnipresente del poder económico, nos arrebata, segundo a segundo, los recursos de la tierra. Y será por medio de la palabra (instrumento inevitable para entregarse y liberarse) como podremos descifrar el idiotizado comienzo del siglo XXI.

Con la palabra maquillada los políticos ganan las elecciones; con la palabra contabilizada los empresarios administran el mundo y con la palabra desgastada algunos pretenden defender los derechos sociales de una mayoría incrédula. Los dueños del mundo (los tecnócratas) vendieron la idea (con la palabra contabilizada) de que la palabra estaba en desuso. Y muchos (tras comprar la muerte de la palabra) sobreviven levantando las banderas de la reivindicación social usando las migajas discursivas (que para la defensa) le dejó el poder.

Un "líder" sindical, a puertas cerradas, me dijo (con cierta sonrisa que se movía entre el desencanto y el cinismo) que yo no podía aspirar el "respeto intelectual" dentro de Europa (como si no me bastara con el respeto que me tengo a mi mismo) porque no era Mario Vargas Llosa. Luego de mi discreto silencio (para darle paso a la palabra interior), el "líder" salió de su oficina y saludó efusivamente a un inmigrante africano. ¿Cómo está el ladrillo?, le preguntó (¿Será que este hombre cree que las ideas no se sudan?, pensé). Poco después, el "líder" gritó en el pasillo una consigna a favor de la clase obrera. (Muy cuesta arriba debe ser defender a los trabajadores desde la desesperanza). Pobre hombre, pensé, lleva encima el peso de la palabra enferma. Y partí más reflexivo que nunca, dispuesto a pasar el resto de la tarde leyendo al poeta José Emilio Pacheco, todo un antídoto contra la palabra moribunda. "En medio de la catástrofe, al centro del horror que nos cerca por todas partes, siguen en pie, y hoy como nunca son capaces de darnos respuestas, el misterio y la gloria del Quijote". Y palabra a palabra seguí levantando mi edificio personal con los ladrillos invisibles que me permiten volar (y caer y volver) en medio de la nada.

Al caer la noche, luego de enfrentarme a la palabra de Pacheco (Tarde o temprano. Poemas 1958-2009), he reafirmado mi interpretación contemplativa de la sociedad actual. Vivimos tiempos de burlistas sin talento, de analfabetas funcionales; la sofisticación de la ignorancia representa (sin saberlo) el ejército más poderoso del sistema de consumo. Ante la imposición de la ley del "sálvese quien pueda", la mayoría ha terminado asumiendo que no hay tiempo para pensar. Parece que la orden es sobrevivir con la cabeza en reposo (el sueño eterno de los necios). Creo que la respuesta a este esquema absurdo (y estúpido) nunca la dará quien utilice las migajas discursivas que le ha entregado (para administrar hasta el derecho a la defensa) el poder tecnócrata. La respuesta tendrá que venir desde una revalorización del discurso, de la idea. Habrá que ir hasta los mismísimos sótanos del verbo para construir nuevas posibilidades individuales y colectivas. Que nadie se llame a engaño, la única palabra que está enferma es la que le pesa a quienes se rindieron en la carrera, pues, es evidente que gracias de la palabra mercenaria los grupos del poder capitalista han secuestrado el manejo de los hilos del mundo. Y la palabra del poder (por más que desde sus aparatos informativos promuevan la masificación de la idiotez) está más viva que nunca. De manera muy contundente (para asumir el cáncer) habría que comprender que la única palabra que está enferma es la que proviene del (pretendido) discurso alternativo. Sólo entonces podremos engendrar el verbo socialmente ofensivo del siglo XXI.

Guerras, revoluciones... y pacifistas

El ícono mundial de los pacifistas es Hiroshima y Nagasaki, ciudades japonesas víctimas de las bombas atómicas lanzadas por los EE.UU. el 6 y 9 de agosto de 1945, al final de la segunda guerra mundial. En Hiroshima hubo 140.000 muertos y en Nagasaki 80.000. (220.00 en total, a los que se suman miles de muertos en los años sucesivos a causa de la radiación atómica.)

Por otra parte, según la Organización Mundial de la Salud, (OMS) diariamente mueren en el mundo cerca de 35.000 personas por hambre o por enfermedades curables, de las cuales un alto porcentaje son niños de corta edad.

Esta siniestra cifra equivale a dos Hiroshimas semanales. Y sin embargo, ante ése indignante holocausto cotidiano los pacifistas y los organismos que dicen luchar por los derechos humanos guardan un hermético silencio, como si se tratase de un tabú social.

Cabe entonces preguntarse: ¿son sinceros los pacifistas? ¿Es que las victimas inocentes de ésta "paz" de la posguerra importan menos que las victimas de las guerras declaradas? ¿Acaso el silencio de los sepulcros es el precio a pagar por el silencio de las barricadas y de los anhelos populares de justicia social? ¿No es acaso la resignación o el statu quo ante ése genocidio silencioso lo que en realidad pregonan quienes dicen “luchar” por la paz social, el “orden establecido” y contra las airadas protestas y revueltas populares?

Es usual que las revueltas populares -al igual que las huelgas de trabajadores-, sean calificadas de justas o injustas según los intereses financieros de quienes las justifican o las critican, respectivamente. Así, por ejemplo, se habla con un relativo acierto de la guerra contra el narcotráfico, contra el terrorismo, contra la corrupción administrativa, a la vez que las clases dominantes condenan como criminales las protestas populares, los procesos revolucionarios y las guerras de liberación popular porque éstas atentan contra sus intereses o privilegios de clase, gremiales o personales.

Es bien evidente que la barbarie primitiva de la guerra representa la antitesis de la civilización y del progreso, pero por otro lado no hay que olvidar que nuestra civilización moderna está basada sobre poderosos intereses financieros, los que, a la vez que apostrofan de la guerra, encuentran siempre justificaciones (antiterrorismo, patria, libertad, democracia, etc.) para recurrir a ella como medio prioritario para resolver los litigios socio-políticos, según las conveniencias del imperio o de las plutocracias nacionales y multinacionales, y con el estímulo del poderoso lobby de la industria de armamentos y la justificación, banalización o eufemización del clero y los medios de información corporativos.

Por eso, si pedimos justicia a los gobiernos déspotas debemos pedirla también a los pacifistas enmudecidos o indulgentes ante los despotismos. Porque los pacifistas, como las ONGs y los defensores de los derechos humanos, se muestran escandalizados por la pedofilia clerical, pero permanecen callados ante la sádica sodomía de los poderosos sobre los débiles. Los falsos puritanos se enfurecen ante un feto abortado por una adolescente violada, pero permanecen inmutables ante el bombardeo genocida de una potencia bélica sobre un país inerme; ellos se insurgen ante el holocausto judío pero enmudecen ante el holocausto palestino; en su benevolencia semita se compadecen de quienes tienen hambre pero se enfurecen ante quienes claman su hambre y su sed de justicia.

En la lucha por la justicia social no cabe la imparcialidad ni la neutralidad. El struggle for life es un combate sin tregua y sin cuartel por la subsistencia de los oprimidos ante la implacable mezquindad de los opresores; la moderación y la prudencia en la batalla por la subsistencia son solo el eufemismo de la cobardía. En la batalla por la vida es preferible ser calificado de excesivo que de pasivo; es más honrado ser radical que convencional; es más honorable ser revolucionario que reaccionario.

La guerra es la continuación de la política por otros medios. Es la imposición de la política del garrote cuando no tiene éxito la política de la sumisión de los pueblos por la vía diplomática. ¿Debemos entonces guardar un silencio fúnebre ante las tiranías y las injusticias en aras de una “paz” asesina, ignominiosa y humillante y claudicar ante el chantaje de la guerra?

¡NO! ¡No, y mil veces no! La paz no es la ausencia de la guerra sino la presencia de la justicia. Predicar la paz frente a un sistema socio-económico genocida es la forma más infame de servilismo y de cobardía, porque ésa presunta paz es cómplice de ése sistema por estar orientada hacia la impunidad y la resignación. Porque la paz ante los genocidas no es una verdadera paz: es solo una vil claudicación y una humillación. Es más honorable un pueblo que cae derrotado por las armas de la represión que un pueblo que cae vencido por la seducción de un pacifismo falaz. Es más gloriosa una derrota en el combate por la justicia y la libertad que una victoria a cambio de ellas. ¡Un pueblo que sabe combatir por una vida digna es un pueblo que merece vivir!

Es solo ante la verdad, la libertad y la justicia que le es permitido un respetuoso silencio a una conciencia honrada, libre y justa. Porque el deber ineludible de una conciencia honrada es gritar un volcánico ¡YO ACUSO! ¡Gritar la verdad, toda la verdad y solo la verdad ante el planeta entero y ante el tribunal de los pueblos y de la historia!

Hay que entender que sólo las guerras de opresión son asesinas, porque son las depredadoras de la humanidad al servicio de las plutocracias, y que sólo la revolución popular devuelve la libertad a los pueblos que la guerra y la represión hacen más miserables y esclavos. Es sólo de las entrañas sangrientas pero nobles de la revolución popular que nacerá el auténtico Nuevo Orden Mundial.

Por eso, al cínico refrán imperialista de “Si quieres la paz prepárate para la guerra” debe oponerse el combativo refrán socialista de ‘SI QUIERES LA PAZ PREPÁRATE PARA LA REVOLUCIÓN”, es decir para combatir por la justicia, porque no puede haber paz donde no hay justicia. La paz es solo una utopía donde la injusticia es una realidad.

Ninguna guerra ha libertado jamás a un pueblo, aunque le haya soltado temporalmente las riendas. Solo la revolución libera porque le enseña al pueblo a empuñar las riendas de su propio destino y a establecer el código de sus derechos humanos. La guerra plantea pero no resuelve los problemas sociales porque la guerra no crea, ella aniquila, no funda nada, ella lo arrasa todo, no salva, solo subyuga. Solo la revolución crea, funda y salva. La guerra destruye, la revolución construye; la guerra degenera, la revolución regenera; la guerra siembra la muerte, la revolución siembra la vida.

Por eso, ante el espectro patético de la depredadora doctrina imperialista deben predominar la doctrina bolivariana y la Martiana; ante la insolencia del pabellón constelado que ondea triunfal ya no solo en las embajadas yanquis sino en los capitolios mundiales debe retumbar un sonoro ¡FUERA YANQUI!!Que el planeta entero sea un estoico Viet Nam, una gloriosa Bahía de Cochinos y que los cóndores andinos destierren los halcones del Pentágono!

Los tiranos y los neocolonialistas al violar, monopolizar y privatizar todos los derechos los han perdido todos. La violación de los derechos engendra el derecho a la violencia, la intransigencia y la ambición de los opresores engendra la beligerancia de los oprimidos. Ya lo dijo Martin Luther King: “Aquellos que hacen imposible la revolución pacífica harán inevitable la revolución violenta”.

No se pretende aquí incitar al derramamiento de la sangre popular, pero en las causas nobles de las luchas de liberación, -al igual que en los benévolos aportes a la Cruz Roja,- se hace a veces necesario el altruista sacrificio de algunas gotas para salvar de una muerte injusta a muchas vidas inocentes.

Al respecto vale recordar al inmortal Che Guevara: “Nadie debe hacerse ilusiones de que se puede conquistar una sociedad más justa sin luchar por ello”.

¿Qué hace falta? ¡CORAJE Y SOLIDARIDAD! ¡EL PUEBLO UNIDO JAMAS SERA VENCIDO!